martes, febrero 07, 2006

Sócrates, el ya muerto

Había una vez un heleno llamado Sócrates.

Y un día murió. Lo condenaron en una votación enteramente legal.

Pero de alguna manera, luego se comenzó a entretejer un personaje mítico, al que llamaron Sócrates. Jenofonte y Platón, qué habían sido sus seguidores, trataron de inmortalizarlo, de narrar cosas suyas como homenaje. (Luego Platón lo transformaría en su vocero). ¿Pero podemos confiar en el retrato de uno y otro?

El Sócrates de Jenofonte y el de Platón no coinciden. Menos aún el de Aristófanes, ese fugaz fabricante de ideas. Incluso Aristóteles se halla revuelto en este invento.

No importa ya quién fue el Sócrates que vivió, no importa si tenía amoríos con la más granado juventud ateniense. Con los hijos de los ricos y de los aristócratas. No importa si peleó en cuál batalla, ni el sabor de su última bebida.

Importa que la figura mítica fue elegida luego como baluarte fundador de la filosofía, como si desde Tales a Anaxágoras nada hubiese acontecido. ¡Y hasta inventaron el término "presocrático" que con generosidad aplican a Demócrito, contemporáneo éste de Platón, y menor que el Sócrates que antecede.

Más que cuestión socrática lo que hay es impostura socrática.

Y lo peor de todo, es que de los Sócrates posibles, el Sócrates triunfante es el platónico. Un Sócrates especialmente conservador, un Sócrates tramposo -búsquese la trampa, la falacia en cada diálogo de Platón y el esfuerzo no será vano-.

Sócrates fue condenado como sofista. ¿Porqué nos lo creemos opuesto a los sofistas?. Porque a Platón los sabios que no eran de su escuela le molestaban.

Platón pone en boca de Sócrates diferentes disputas con los sofistas, disputas en las que él escribe ambos bandos del drama, y deja siempre bien parado a su campeón. Los sofistas son viles, son cocineros. Sócrates es noble.

¡Puras patrañas!

Sólo entre los sofistas se planteó en la antigüedad la abolición de la esclavitud. Es entre los sofistas que se cuenta Protágoras, a quién debemos la bella frase "El hombre es la medida de todas las cosas".

(Y de cómo interpretar esa frase otro día será bueno escribir).

Pero Platón era, cómo dije, un conservador, un reaccionario, un aristocratizante, un teórico de un totalitarismo que se valería de la mentira religiosa para imponer una sociedad multimilenaria, que por fortuna jamás tuvo lugar. Y Aristóteles fue discípulo de Platón. Y si bien su proyecto político tenía su centro en las Poleis, cuando su discípulo macedonio comenzó a reinar sobre el mundo conocido, supo guardar silencio y no ser molesto al poder.

Luego el imperio, o sea el mando de las legiones, de los romanos se impuso en el mundo, y de neoplatónicos y de estoicos es que el mundo se llenó. Más adelante aparecerán los cristianos, otros seres sumisos del César y de su dios a quién hubo creado el César.

(Aquí es interesante pregunarse si habrá sido el paralelismo entre la muerte de Jesús de Nazareth y la de Sócrates lo que permitió luego reflotar el mito del segundo, o si de cualquier modo, los mitos del héroe que es sacrificado bastan para explicar el milagro de su libresca resurrección).

Porque en el llamado Renacimiento, los diálogos Platónicos reaparecen y la humanidad ve cómo Rafael pinta a Sócrates flanqueado de Platón y de Aristóteles, y así la estúpida ignorancia es elevada a un altar que ninguno de los entronizadores realmente cree. (Por más que digan que nada saben, todos se saben sabios).

Así las cosas, ¡qué honor el del que mate al mito miserable!.